viernes, 27 de mayo de 2011

Espacio del cuento


LA DECEPCIÓN



Hoy es 18 de septiembre y se celebra la Fiesta Nacional de Chile. El día anterior se dio el puntapié inicial a la fiesta del Bicentenario en el Parque O´Higgins con el tradicional pie de cueca bailado por el Presidente de la República en la fonda oficial. Desde temprano en los alrededores de la elipse del Parque O’ Higgins, en donde al día siguiente se hace el desfile de las Fuerzas Armadas, las avenidas que confluyen hacia el centro del parque han sido barridas y acordonadas para contener la aglomeración de público. El trinar de pájaros que anidan en los más elevados árboles que tiene ese parque ha cesado de escucharse por el bullicio de la gente que acude al lugar. El aire limpio que temprano en la mañana deja ver unas cimas nevadas de la Cordillera de los Andes, ha sido reemplazado por una capa de polvo en suspensión que levantan las gentes que descargan parrillas, sillas, sacos de carbón y la bolsa bien cerrada de carne fresca lista para tirar a la parrilla del asado familiar.

En el sector aledaño a la laguna, en el claro principal que hay en la parte más boscosa del parque, se ha dispuesto un área de animación cultural que cuenta con torres de iluminación en donde se mezcla la publicidad de auspiciadores con símbolos patrios. En el lugar, el municipio ha dispuesto un portentoso escenario en donde se lleva a cabo, durante la semana, el programa oficial impulsado por el gobierno que incluye entre sus hitos la representación de la obra la Pérgola de las Flores y un concierto de una orquesta de cámara.

Hay otro claro que se encuentra fuera del perímetro que carece de lo necesario para contener grandes afluencias de público. En ese sitio no hay más que una carpa y alrededor de ella no se han dispuesto sólidas vallas de contención; solo cuerdas atadas a los árboles y estacas. En esa carpa grande pero sencilla se lleva a cabo una función de Jorge, en donde representa al muñeco “Pin Pon”, un personaje infantil que él creó, pionero en la generación de un formato de programas educativos para niños de la televisión en los años 70. Acompañado del “tío Valentín” en el piano, cimentaron a través de su diálogo valores como la perseverancia y un potente mensaje sobre la importancia de la comunicación y el respeto entre niños y adultos. Han pasado 40 años desde que Pin Pon deleitó a niños. Posteriormente, el tremendo aporte de su personaje Pin Pon a la televisión chilena empezaría su declive a partir de la instauración de la dictadura militar encabezada por el general Pinochet.

A ese lugar acudió obedeciendo a su natural curiosidad Rafael, presidente de la CPC, un conglomerado que representa el poderoso empresariado chileno, tradicionalmente ligado a la derecha. En su juventud, en los años 70 cuando Pin Pon se hizo conocido, Rafael era estudiante de historia y aficionado al teatro y había entablado una amistad con Jorge, un militante de izquierda que además de su trabajo en televisión, tenía a cargo un taller de teatro en una universidad. Rafael, se había unido recién a un partido de izquierda, el MAPU, una escisión de militantes de la Democracia Cristiana que había optado por sumarse a la Unidad Popular, la coalición de izquierda que levantó la candidatura de Allende. A pesar de los 11 años de diferencia de edad que tenían y la gran distancia de origen social que los separaba – Jorge era hijo de una familia modesta de la clase media, su padre era operador de cine y su madre modista; Rafael era hijo de una familia de la burguesía vasca, que habían continuado en Chile el negocio familiar de viñateros que habían traído de Europa, los dos coincidían en la mayoría de sus opiniones políticas y estaban convencidos que tenían un rol importante que jugar en la defensa del gobierno de Allende: Jorge como educador a través de su personaje Pin Pon y Rafael como dirigente estudiantil de izquierda.

Rafael y Jorge no se habían vuelto a encontrar desde el 11 de septiembre de 1973. Habían sido desperdigados como tanto otros amigos por la represión que se abatió sobre los chilenos de izquierda, corriendo distintas suertes como la detención arbitraria, la tortura o las ejecuciones sumarias en las universidades o en los cordones industriales: empresas intervenidas por el gobierno, situadas en el área sur de la capital, donde se habían atrincherado los trabajadores más organizados y más aguerridos de la época.

La sorpresa de Rafael fue mayúscula cuando vio quien animaba el espectáculo en la carpa. No se terminaba de convencer de que aquel era la misma persona que él había conocido en su juventud, porque lo último que el había escuchado decir de Jorge era que se había establecido en Cuba. De Jorge o Pin Pon, casi nadie escuchaba hablar en Chile porque ninguna estación de televisión, radio o productora de teatro se atrevía a ofrecerle trabajo, aunque el se esforzaba por mantener vigente su personaje de Pin Pon.

Rafael decidió esperar a que Jorge terminara su espectáculo. Jorge, sin embargo, más fisonomista y acostumbrado al contacto con las muchedumbres que se congregaban para verlo en una sala de eventos de alguna empresa o municipalidad, había reconocido a aquel hombre elegante y serio entre medio del aquel abigarrado público que repletaba la carpa. En un impulso de nostalgia, su mente empezó a retrotraerse a recuerdos de los hermosos tiempos de juventud que habían compartido juntos. Con la espontaneidad que lo caracterizaba, Jorge llamó a su antiguo amigo al centro de la carpa en donde él se encontraba, improvisando unas palabras de invitación para justificar el deseo de saludar ante la audiencia a su amigo antes de empezar con su espectáculo:
- Quiero invitar a pasar acá al frente a Rafael, un viejo amigo de los tiempos en que nació el personaje de Pin Pon.
Rafael quien en ese instante empezaba a reconocer a su antiguo amigo y acostumbraba a enfrentar a grandes audiencias, aceptó la invitación de su amigo
- Cuéntame a qué te dedicas, le dijo Jorge a Rafael después de saludarlo con un abrazo
- Soy empresario y soy presidente de la CPC.
- No lo puedo creer, replicó con sinceridad Jorge, quien tenía un desinterés marcado por las actividades empresariales y omitía deliberadamente cualquier noticia relacionada con ese sector.
Por la mente de Jorge habían aflorado recuerdos de la amistad que mantuvo con Rafael, las largas conversaciones que sostenían sobre teatro, las obras que analizaban después de los ensayos de la compañía de teatro de la UC. Los dos admiraban a Brecht, habían leído toda su obra y ambos eran seguidores de Beckett; Pirandello; Cocteau; Sartre y Miller.
Solían ir juntos a los estrenos de la compañía Ictus y Aleph y acostumbraban juntarse en alguna fuente de soda de la calle Merced con los actores de estas compañías después de una función.
- ¿Qué te pasó Rafael, porqué dejaste de creer en lo pensabas hace años?, añadió Jorge con más cautela.
- ¿Qué me pasó? No sé porque sigo siendo la misma persona. No creo haber cambiado, replicó Rafael.
- Pero hombre, la CPC, de la que eres él presidente, es un bastión de la derecha, dijo Jorge subiendo la voz.
- Te voy a contar, le contestó Rafael tratando de calmar a su antiguo amigo.
- Yo estoy ahí porque soy un empresario exitoso y mis colegas de la Confederación me eligieron a una mayoría de 70 votos a favor y 1 voto en contra.
- Soy uno de los principales socios de una de las más prestigiosas viñas del país y líder de las exportaciones de vinos chilenos. Hemos convertido a la viña en el principal auspiciador del Manchester United, el mejor club de fútbol de Gran Bretaña.

Tanto pergamino empezó a irritar el buen humor de Jorge quien se sintió desconcertado por el orgullo con que hablaba su antiguo amigo de su rol de empresario.
- Me alegro por ti, a ningún empresario me da trabajo, le contestó con un dejo de ironía.
El entusiasmo de Jorge por el encuentro con Rafael estaba cediendo a la desconfianza. Se decía para sí mismo, que ya no tenía nada en común con ese hombre que le parecía arrogante. Había pensado en un momento que podía integrarlo a los diálogos que mantenía el muñeco Pin Pon con los adultos, improvisar algo que era lo que mejor sabía hacer es sus actuaciones. Sin embargo, la desazón era tan grande que no tenía ganas ni siquiera de seguir esa conversación.
El largo silencio que siguieron las palabras de Jorge hizo sentirse incómodo a Rafael. Pensó rápidamente en algo que decir para atenuar la tristeza que se insinuaba en las palabras de Jorge. Se volvió a la audiencia tratando de sonreír.
- Voy a proponte algo, le dijo. Voy a hablar con el consejo de administración de nuestra empresa, para sugerir que contratemos tus servicios para nuestros eventos. Jorge lo miró con aire de incredulidad. Pensó para si mismo: este hombre quiere congraciarse con el público o conmigo.
- No será este nunca el público que pueda asistir a tus eventos, lo interrumpió. Y agregó:
. No, no puedo aceptar tu ofrecimiento. Tengo un compromiso con personas como las que están esta noche aquí, personas modestas, que raramente pueden asistir a una obra de teatro o a un concierto de calidad. Para ellos voy a seguir trabajando toda mi vida.
Rafael sintió el convencimiento con que habló Jorge. Hubiera querido decir algo para recordar la amistad que sentía con Jorge, pero en ese instante se dio cuenta que no pertenecía al mundo de Jorge y que el pasado no podía usarlo para construir un puente con su antiguo amigo.
Con un tono pausado para no denotar su decepción, Rafael contestó:
- El ofrecimiento es sincero y te lo hago de todo corazón. Aquí esta mi tarjeta para que me llames en cualquier momento. La presión que repentinamente sintió en el pecho le hizo pensar, después del saludo con que se despidió Jorge, que esa era la última vez que lo tendría cerca o volvería a hablar con él.